viernes, 22 de febrero de 2013

CISMA DE ORIENTE


TEMA: EL CISMA DE ORIENTE
LOGRO: IDENTIFICAR LAS CARACTERÍSTICA DE LA PRIMERA SEPARACIÓN CRISTIANA  


La palabra ‘cisma’ significa ‘separación’. El Cisma de Oriente y Occidente, también conocido como el Gran Cisma, es, pues, la separación del papa y la cristiandad de Occidente, de la cristiandad de Oriente y sus patriarcas, en especial, del Patriarca Ecuménico de Constantinopla. El distanciamiento entre ambas Iglesias comienza a gestarse desde el momento mismo en que el emperador Constantino el Grande decide trasladar, en el 313 d.C., la capital del Imperio romano de Roma a Constantinopla; se inicia, prácticamente, cuando Teodosio el Grande divide a su muerte (395) el Imperio en dos partes entre sus hijos: Honorio, que es reconocido emperador de Occidente, y Arcadio, de Oriente; deja notarse a partir de la caída del Imperio occidental ante los pueblos bárbaros del Norte en el 476; se agudiza en el siglo IX por Focio, patriarca de Constantinopla, y se consuma definitivamente en el siglo XI con Miguel I Cerulario, también patriarca de Constantinopla.

CAUSAS DEL CISMA

En tres grupos pueden clasificarse las principales causas que motivaron el Cisma:

1. De tipo étnico: La natural antipatía y aversión entre asiáticos y europeos, unidas al desprecio que en esta época sintieron los cristianos orientales hacia los latinos, a quienes consideraban contagiados de barbarie a causa de las invasiones germánicas.          

2. De tipo religioso: Las variaciones que, con el paso del tiempo, fueron imponiéndose en las prácticas litúrgicas, dando lugar al uso de calendarios y santorales distintos; las continuas disputas sobre las jurisdicciones episcopales y patriarcales que se originaron a partir de dividirse en dos el Imperio; la opinión extendida por todo el Oriente de que, al ser trasladada la capital del Imperio de Roma a Constantinopla, se había trasladado igualmente la Sede del Primado de la Iglesia universal; las pretensiones de autoridad por parte de los patriarcas de Constantinopla, que utilizaron el título de ‘Ecuménicos’ a pesar de la oposición de los papas, que reclamaban para sí, como obispos de Roma, la suprema autoridad sobre toda la cristiandad; la negativa de los patriarcas de Oriente a reconocer esa autoridad sobre la base de la Sagrada Tradición Apostólica y las Sagradas Escrituras, alegando que el obispo de Roma sólo podía pretender ser “primus inter pares” (un primero entre sus iguales); y la intromisión de los emperadores en asuntos eclesiásticos, creyéndose pontífices y reyes, y pretendiendo decidir ellos solos los graves problemas de la Iglesia.

3. De tipo político: El apoyo que buscaron los papas en los reyes francos y la restauración en Carlomagno del Imperio de Occidente (s. IX) mermaron prestigio a los emperadores de Oriente, que tenían pretensiones a la reunificación del antiguo Imperio romano.

A estas causas de carácter general pueden añadirse los cargos —en realidad, pretextos— que los patriarcas Focio y Cerulario imputaron a la Iglesia de Roma, y que pueden resumirse en los cuatro siguientes: Que los papas no consideraban válido el sacramento de la confirmación administrado por un sacerdote; que los clérigos latinos se rapaban la barba y practicaban el celibato obligatorio; que los sacerdotes de la Iglesia Romana usaban pan ácimo en la Santa Misa, práctica considerada en Oriente una herejía de influencia judaica; y, en fin, que los papas habían introducido en el credo la afirmación de que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo (“Credo in Spiritum Sanctum qui ex Patre Filioque procedit”), en contra de lo que sostenían los patriarcas orientales, que no reconocían esta última procedencia.

Estos cargos, que hubiesen podido solucionarse con la convocatoria de un concilio, produjeron la separación definitiva, si no hubiesen prevalecido razones espurias a la esencia misma de la religión.
  
DESARROLLO DEL CONFLICTO

En el siglo VII, como consecuencia de la expansión musulmana, tres de los cuatro Patriarcados orientales cayeron en poder del Islam: Alejandría, Antioquía y Jerusalén. Por eso, el Oriente cristiano se identificó desde entonces con la Iglesia griega o bizantina, es decir, el Patriarcado de Constantinopla y las iglesias nacidas como fruto de su acción misionera, que le reconocían una primacía de jurisdicción o al menos de honor. Estas cristiandades que giraban en la órbita de Constantinopla integraban la Iglesia greco﷓oriental.

El Cristianismo sufrió la impronta de la contraposición entre Oriente y Occidente, cultura griega y latina. Constantinopla se convirtió en el principal Patriarcado del Oriente cristiano, émulo del Pontificado romano, estrechamente vinculado al Imperio de Bizancio, mientras Roma se alejaba cada vez más de este y buscaba su protección en los emperadores francos o germánicos. En este contexto de creciente frialdad entre las dos Iglesias, las fricciones y enfrentamientos jalonaron un largo proceso de debilitamiento de la comunión eclesiástica.

Las relaciones entre Roma y Constantinopla experimentaron ya una primera ruptura en el siglo V: el cisma de Acacio, que estuvo motivado por las proclividades monofisitas de este patriarca (482) y que se prolongó durante treinta años. Más prolongadas fueron las repercusiones del problema de la inconoclastía. Como es sabido, León III Isáurico un gran emperador que salvó a Bizancio de la amenaza árabe dio origen a una grave crisis religiosa, que alteró durante más de un siglo la vida del Oriente cristiano: en 726 prohibió la veneración de las imágenes sagradas y poco después ordenó su destrucción. León III pretendió que el Papa sancionase sus edictos iconoclastas y ante la rotunda negativa tomó represalias contra la Iglesia romana. En todo caso, las luchas de las imágenes no resultaron desfavorables para las relaciones entre los cristianos orientales y Roma: los defensores de las imágenes entre los que se contaban los monjes y la gran masa del pueblo dirigieron sus miradas hacia el Papado en busca de apoyo.

El patriarca Focio, a pesar de que sabía que abriría un abismo entre griegos y latinos, convirtió en problema la cuestión de la procedencia de la segunda persona de la Santísima Trinidad. De este modo, las diferencias entre griegos y latinos no serían, en adelante, solamente disciplinares y litúrgicas, sino también dogmáticas, con lo que la unidad de la Iglesia quedaba irremediablemente comprometida. Puede afirmarse, en suma, que Focio, un sabio eminente que personificó el genuino espíritu eclesiástico de Constantinopla, contribuyó como nadie a preparar los ánimos para el futuro cisma oriental.

El cisma llegó, sin excesivo dramatismo, en los comienzos de la época gregoriana. Los violentos sentimientos antilatinos del patriarca de Constantinopla Miguel Cerulario y la incomprensión de la mentalidad bizantina por parte de los legados papales Humberto de Silva Candida y Federico de Lorena, enviados para negociar una paz eclesiástica, fueron los factores inmediatos de la ruptura. Humberto depositó una bula de excomunión, el 16 de Julio de 1054, sobre el altar de la catedral de Santa Sofía; Cerulario y su sínodo patriarcal respondieron el 24 del mismo mes excomulgando a los legados y a quienes les habían enviado. El Cisma quedaba así formalmente abierto, aunque cabe pensar que muchos contemporáneos y quizá los propios protagonistas del episodio pudieron creer que se trataba de un incidente más de los muchos registrados hasta entonces en las difíciles relaciones entre Roma y Constantinopla. Lo que parece indudable es que, para la masa del pueblo cristiano griego y latino, el comienzo del cisma de Oriente pasó del todo inadvertido.

El correr del tiempo descubrió a los cristianos la existencia de un auténtico cisma, que había interrumpido la comunión eclesiástica de la Iglesia griega con el Pontificado romano y la Iglesia latina. La vuelta a la unión constituyó desde entonces un objetivo permanente de la Cristiandad. La promovieron Pontífices, la desearon en Constantinopla emperadores y hombres de Iglesia, se celebraron concilios unionistas y hubo momentos como en el concilio II de Lyon (1274) y el de Florencia (1439) en que pareció que se había logrado. No era realmente así, pero tan sólo la caída de Constantinopla en poder de los turcos y la desaparición del Imperio bizantino (1453) pusieron fin a los deseos y a las esperanzas de poner término al cisma de Oriente y reconstruir la unidad cristiana.


Sus autores
Para proceder con claridad, estudiaremos todos los personajes que intervienen en este asunto, unos como autores del Cisma y otros como defensores de la unidad de la Iglesia y la primacía de Roma.

En la autoría del Cisma se ven implicados Miguel III el Beodo (838-867), emperador de Oriente (último de la dinastía de los Isauros); César Bardas, tío del emperador y regente del Imperio durante su minoría de edad; Gregorio Asbesta, metropolitano de Siracusa; Focio, secretario de la Cancillería imperial, y Miguel Cerulario, patriarca de Constantinopla.

Como defensores de la unidad de la Iglesia merecen citarse los papas Nicolás I, Adriano II, Juan VIII y León IX; Ignacio, patriarca de Constantinopla, y la emperatriz Teodora, madre del emperador Miguel III y hermana de Bardas.


EL CISMA HOY

Tras 10 siglos de excomunión se llegó, el 7 dic. 1965, día de la clausura oficial del conc. Vaticano II, a la cancelación definitiva de las dos excomuniones, como gesto simbólico que sirviera para facilitar un diálogo ecuménico que fuera preparando el camino para una vuelta a la comunión. El papa Paulo VI y el patriarca Atenágoras 1 (v.) en una declaración conjunta leída simultáneamente en Roma y Constantinopla declaran: «a) dolerse de las palabras ofensivas, de reproches sin fundamento, y hechos deplorables, que, de una y de la otra parte, han señalado o acompañado los tristes acontecimientos de aquel tiempo; b) dolerse asimismo y borrar de la memoria y de en medio de la Iglesia las sentencias de excomunión que los siguieron, cuyo recuerdo actúa hasta nuestros días como un obstáculo al acercamiento en la caridad, y sepultarlos en el olvido; c) deplorar en fin los tristes precedentes y los acontecimientos sucesivos que, bajo el influjo de factores diversos, entre ellos la incomprensión mutua y la desconfianza, condujeron, finalmente, a la ruptura definitiva de la comunión eclesiástica».

TALLER

1. Elaborar  la sopa de letras de 20x20 con 15 palabras relacionadas con el tema
2. completar las oraciones:
a)      ___________________________ es la separación del papa y la cristiandad de Occidente, de la cristiandad de ______________ y sus _______________
b)      Las _________________ fueron imponiéndose en las prácticas litúrgicas dan lugar al uso de ______________ y ____________________ distintos
c)      Los __________ reclamaban para sí la ______________ ____________- sobre toda la cristiandad
d)    La intromisión de los ______________ en asuntos eclesiásticos de debía a que se  creían  _________________ y reyes, y pretendiendo decidir ellos solos los graves problemas de la __________________.
e)      Los papas no consideraban válido el sacramento de la ________________ administrado por un __________________
f)       Los _______________ habían introducido en el credo la afirmación de que el ______________ ___________ procede del Padre y del __________
g)      El Cristianismo sufrió la contraposición entre __________ y Occidente, cultura griega y __________
h)   : los defensores de las _______________ entre los que se contaban los monjes y la gran masa del pueblo dirigieron sus miradas hacia el _______________ en busca de apoyo.
i)     ____________, un sabio eminente que personificó el genuino espíritu eclesiástico de _______________, contribuyó como nadie a preparar los ánimos para el futuro _____________ oriental.

j)        . ______________ depositó una _________ de excomunión, el 16 de Julio de 1054

3. Subrayar y buscar el significado de las palabras desconocida


TRABAJO EXTRA CLASE
1. Consultar de forma breve la biografia de cada uno de las autores del cisma de oriente




     

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